Chicory, una flor de Bach para soltar... |
No es una
manera muy elegante empezar un escrito considerando “lastre” a ciertas
situaciones, cosas, personas… así que espero se entienda el simbolismo de la
palabra, y no como algo literal. Soltar lastre, tal como me ha venido la expresión
al iniciar la escritura, significa para mí dejar atrás situaciones, cosas y
personas que de alguna manera ya no tienen que estar en mi vida. El porqué, no
importa, ha tenido que ser así. A veces ha sido por decisión propia, a veces
porqué la situación en sí ha provocado una serie de acontecimientos que han
desencadenado ese dejar ir. La manera en que se ha producido ha podido ser más
o menos armónica. En mi caso, la armonía en el proceso no siempre está
presente…
La vida es
cambio, por más que intentemos evitarlo continuamente. Aceptar como fluyen las
relaciones humanas para decidir sabiamente si esa persona o situación sigue en
mi camino o no, es todo un arte, y en ocasiones requiere de una valentía
extraordinaria. Ese soltar lo siento muy relacionado con el poner límites… ahí
van dos de mis aprendizajes más profundos en esta encarnación…
Voy a
hablar claro, las personas a veces parece que hablamos idiomas distintos. La
comunicación se bloquea, y ninguno de los dos canales entiende al otro (o no se
quiere entenderlo). Con una tozudez admirable defendemos nuestros argumentos,
nuestras heridas, nuestros sentimientos, y rara vez intentamos situarnos en el
lugar de la otra o del otro. Cuanta energía gastamos en ello…
Por suerte,
con los años me he dado cuenta que no vale la pena malgastar esa energía y me
retiro de esas batallas poniendo una barrera energética. Me dejo sentir las
emociones que tenga que sentir, que básicamente, y como toda humana, son la
tristeza, la rabia… para finalmente aplicarme en las heridas mucho amor, y de
paso se lo envío también a la situación o a la persona en sí, pues así debe
ser. Siempre hay un efecto colateral, sin embargo, una hermosa noche de
insomnio que me ayuda a ver con más claridad todo el asunto… la lucidez de la
oscuridad ligada al agotamiento del cuerpo y la mente, me conectan con la
intuición.
Cuantas
cosas damos por sentadas… cuanto creemos que sabemos de las otras personas…
cuanto criticamos… cuanto miramos nuestro ombligo… cuanto nos victimizamos y
nos empequeñecemos en lugar de buscar el diálogo maduro y sabio… pongámonos en
el lugar ajeno antes de entrar a juzgar… busquemos y exploremos en los motivos,
las razones y la vida ajena para entender sus actos…
Como parte
de mi manera de ser, me examino mucho, no con un afán narcisista y obsesivo,
sino con el anhelo de mejorar y crecer como mujer. De ahí el tono, tal vez duro,
de este escrito, porque primero paso yo misma por mi “jueza interior”.
Hay
situaciones en las que podemos entrar en conflicto con personas que están
pasando por algún proceso que les está mostrando toda su sombra, y ahí reside
un verdadero trabajo de equilibrista en el intento de diálogo con esa persona
(sin que acabemos vapuleados por la tremenda descarga de emociones y
sentimientos que se están generando).
En mi lado más inocente, siempre quedo
desconcertada al descubrir una nueva persona, más completa, más auténtica, pues
su oscuridad la hace más verdadera. El tema es no dejarnos invadir por su
sombra, sino devolvérsela con amor para que la gestione en su propio
crecimiento, para que la acepte y le sirva como aliada para encontrar su
esencia y su camino. Por más duro que sea el proceso ajeno, debemos retornarle
amorosamente su sombra, no debemos dejarnos “vomitar” encima sus miedos, sus
frustraciones, su rabia, pues esto no beneficia a ninguna de las dos partes. Todo
debe redirigirse, cerrando los ojos y escuchando la voz interior que nos calma
en medio de la tempestad, y respirar…
La luna
negra se acerca, mañana su oscuridad estará presente en el cielo y en nuestros
cuerpos. De hecho, ya hace días que se siente… No es fácil asumir nuestra
oscuridad, ni la ajena… sin embargo, forman parte de nuestro ser y no podemos
rechazarla. Escuchemos la oscuridad, la sombra de nuestras entrañas, pues sus
mensajes nadan en un mar, oscuro y profundo, que espera que nos zambullamos en
sus aguas. Nademos en ese océano de sabiduría auténtica, donde sus tormentas
modelan nuestra costa, nuestra tierra, donde nuestra sangre se renueva, donde
se gesta la vida y decidimos lo que debe morir.
Mañana en
nuestro círculo de mujeres, vamos a compartir, a soltar, a decidir, a bailar y
a cuidarnos a nosotras mismas. Que así sea.
Muchas
gracias, Andrea, Flor y Víctor por sostenerme en medio de las aguas agitadas…
Unamos
todas esas tormentas para crecer juntas y construir un mundo mejor… Bendiciones
desde el corazón,
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