Eva Mare Terra

Eva Mare Terra

dilluns, 10 de novembre del 2014

Surtido variado (escrito en la última luna llena)

Bella imagen (autor/a desconocida)



Pues sí, surtido variado, porque este escrito va a tener variedad de temas. Así estoy, sintiendo mi géminis solar plenamente. 


Cuando una se levanta por la mañana y se pone a cantar “Gracias a la vida” de Violeta Parra mientras decide que ya es hora de poner el edredón de invierno, además acompañada de la influencia de la luna llena, y con el sangrado ya asomando por mis partes sagradas, indica con alta probabilidad, que me siento feliz. 


Inmensamente agradecida por todo lo que he vivido, por todos los aprendizajes, los buenos y los no tan buenos (incluso los espantosos…). Y es que vivir es un privilegio del que no tomamos conciencia muy a menudo. Existen esos días, en los que te levantas con una canción en tu corazón, y se te despierta ese recuerdo de lo maravilloso que es vivir. De repente es como si se te revelase una verdad que frecuentemente olvidamos, inmersos en nuestra peculiar y ocupada humanidad. 


Y claro, cuando ya te levantas por la mañana con esta actitud, no te extrañe si me pongo a mirar a mis plantas esperando a que me hablen, a que me digan algo, a que me revelen el misterio de su existencia vegetal. Porque ellas hablan. Acostumbradas están a estar a mi lado cuando medito, hago sanaciones o diversos rituales, y de vez en cuando percibo en mi cuerpo y en mi alma, ligeras corrientes energéticas llenas de amor. Una energía que te acaricia como una pluma, como el pelo de un conejo, y que a la vez transmite la fuerza de un ciervo en el bosque y el trote de un lobo libre en el monte. Y me sumerjo en el mundo salvaje, transformándome en planta y en animal yo también…


Mi cuerpo venía reclamando ya hace meses que volviese a practicar yoga. Y mi alma también… Maravilloso regalo me he hecho. El placer del yoga me sume en un estado de paz y amor absolutamente divino. Aprovecho para hacer un minuto de publicidad, y decir que agradezco profundamente y de corazón a mi maestra de yoga, Mercé, del Centre Arrels por sus amorosas clases, en un espacio tan bello y acogedor. El yoga aumenta mi nivel de amorosidad a niveles insoportables que luego debo canalizar debidamente (bienvenido sea).


Precisamente ayer adquirí un pequeño surtido de inciensos en Arrels, y que deleite para el olfato… siempre me impresiona la capacidad que tiene este sentido para transportarnos a lugares, provocar sensaciones, evocar recuerdos, e incluso cambiar el estado de ánimo. Al menos a mí me pasa. Siempre me han dicho que soy un poco perra (por el olfato, se entiende…). Me siento un poco Jean Baptiste Grenouille, el protagonista del libro, y la película (maravillosos ambos), “El perfume”. Eso sí, sólo por el olfato, no por sus actos en la búsqueda del perfume perfecto. 


Olfato y tacto van unidos, cuando huelo algo agradable, se me activa también la necesidad de tocar, acariciar o sentir algo en la piel también. Debe ser algo animal… a lo que le sigue el gusto, con ganas de explorar algo delicioso en mi paladar. 


Y para no dejar de lado a los otros dos sentidos: la vista y el oído, mencionar a la adorable gatita que vive alrededor de nuestra comunidad. Verla desde la cocina durmiendo en forma “ensaimada”, y escuchar su irresistible “miau” como llamada al lanzamiento de alimentos, me provoca sentimientos prácticamente maternales. La magia se “rompe” cuando una urraca (en ocasiones han sido dos) se dedican a “jugar/molestar/hacer la vida imposible” (definido por mí misma como cat bulling) con la sufrida gata. El espectáculo no tiene desperdicio. El riesgo que asumen estas aves es admirable, pues increpan al felino con una intensidad y proximidad que parece casi suicida. El por qué hacen esto las voladoras blancas y negras, lo ignoro. Ignoro si protegen sus nidos, o sólo practican un juego digno de adolescentes. Imposible no esbozar una sonrisa… animalitos… 


Respecto a ese “otro” sentido, el sexto dicen, es tal vez el más misterioso y porque no, el más potente. Siento que en ese sexto sentido, en esa intuición, reside más que un sentido. Yo diría un conjunto combinado de sentidos… infinitos… profundos… sabios… 


Por último, escribir. Me gusta, me hace soltar y tomar conciencia, sin importarme si es de calidad o no, si lo lee alguien o no. Escribo como me alimento, lo necesito. Casi es inevitable cuando se ha sido (y se es) una lectora compulsiva, acabar haciendo lo mismo al revés, es decir, escribir. Algo muy geminiano también, por cierto, la comunicación. 


Con sueños de troncos de árboles con rostros, nubes con forma de ángel, pasteles de zanahoria, niñas y niños corriendo en la naturaleza, olor a cervatillo y calorcillo del fuego en una vela de color verde, os deseo un armonioso día y una vida próspera y feliz (me siento navideña ya ?),


Eva


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