Imagen de Amanda Clark |
Año nuevo,
historia nueva… y en esta ocasión he decidido narrar cual es mi génesis como
doula. Y debo empezar por el principio… Mi principio no es como el de
muchísimas doulas, que han experimentado la alegría de la maternidad, y han decidido
dedicarse a ello después de vivir esta hermosa experiencia, mi principio fue
así…
El día de
mi nacimiento. Un nacimiento que reviví (entre otras muchas cosas) en un taller
de Rebirthing de la mano de Ángeles Hinojosa. Es curioso cuan diferente puede
ser la percepción de la madre de la del bebé, pues mama siempre me ha explicado
su parto como fácil, y “que no se enteró de nada”. Hacia los años 70 ya estaba
en auge el parto hospitalario, y el terror a los dolores de parto hacía que a
muchas mujeres se les ofreciesen anestésicos para ello, entre ellos la anestesia
general. Y así nací yo, rápido, muy rápido. De hecho, casi no llegan a tiempo
para la anestesia. Mama dilató casi sin darse cuenta en casa, y al llegar al
hospital deduzco que ya estaba a puntito… A diferencia de mi gestación, en la
cual me sentí muy querida, inmersa en ese acogedor entorno uterino materno, mi
llegada a este mundo fue recibida con la más absoluta de las soledades… y
terror. Mama tumbada en la camilla del quirófano, ausente, inerte bajo la
anestesia, papa tampoco estaba… y yo sostenida bajo brazos poco delicados y
desconocidos, un frío glacial, potentes luces, y alejada de ella ante mis
gritos y una angustiosa sensación de caída al vacío. No hay juicio, no hay
culpas, así debía ser vivido para que tal vez haya elegido estar donde estoy y
vivir también toda una serie de aprendizajes.
Y fui
creciendo, convencida de que ser mujer era “un rollo”, y que los hombres lo
tenían todo mucho más fácil. Muchos años más tarde, y como he explicado en
anteriores posts, mi cuerpo, mi útero me envió un potente mensaje que me hizo
despertar y sanar mi feminidad herida. Muchos bloqueos en mi interior, entre
ellos todo lo relacionado con la maternidad. Miedo, terror, pánico, rechazo, ante
la idea de parir… Y con ese miedo mantenido fueron pasando años, muchos años…
manifestando contundentemente que si en algún momento deseaba tener hijos, iba
a adoptar, y además una niña africana, lo tenía muy claro (Rebirthing también
me dio luz sobre esto… tantos hijos perdidos, tanta muerte… tantos lugares… todo
visto y sentido durante ese potente taller… también tanta alegría, tanta
libertad, tanto amor… algún día narraré todo lo que se abrió).
Y entré
como mujer adulta en la “maquinaria social productiva”, trabajo, trabajo,
trabajo… trabajo en el que siempre manifestaba con pasión que la maternidad no
era para mí, sin poder tampoco explicar los motivos claramente, viviendo ese
cuestionamiento contínuo de la gente hacia esa elección como una violación de
mi intimidad, incluso de mi vida sexual. Insoportable… las mujeres que eligen
no tener hijos, por los motivos que sean, jamás deben ser cuestionadas, pues
detrás de esa elección residen mil historias que no competen a nadie más que a
la mujer, y en todo caso, a la pareja de ésta. Y por supuesto, no se es “menos
mujer” por ello… aunque así lo sentencie la sociedad (es decir, las personas).
Y llegó el
día en el que me leyeron mi carta astral, Josep Guarch, un magnífico maestro me
abrió a los misterios de mi interior. Misterios que me removieron hasta la
médula y que escuche con un estupor cada vez más creciente. Pues al llegar al
tema profesional, laboral, se mencionó que ser doula estaba en mi camino y que
además me ayudaría a sanarme en muchos aspectos. Jamás había escuchado la
palabra, y cuando se me explicó lo que era entré en pánico. Acompañar la
maternidad ? Sí, es cierto que la Vida siempre me ha fascinado, por eso soy
bióloga, por amor a las maravillas de la naturaleza. Pero… me evocaba miedos
del pasado…
Y sorprendentemente,
ese “pero” fue desbloqueándose lentamente desde un lugar oculto, el
inconsciente. De vez en cuando “exploraba” formaciones de doulas, y sentía una
completa fascinación ante los programas y los temarios. Algo estaba cambiando… Me
descubría a mí misma una y otra vez buscando información… hasta que finalmente,
por un impulso totalmente irracional, me apunté a la formación en Doulas
Conciencia. Y menudo viaje… detrás de cada uno de los talleres se me iban
abriendo puertas, se me revelaban heridas, y poco a poco, fui sanando esa
feminidad y maternidad heridas. Fui reconciliándome con la maravilla de ser
mama, pasando de un extremo al otro. Del rechazo, a la pasión, porque detrás de
ese rechazo, en realidad lo único que había era miedo y dolor (que no es poco…).
Así que fui dándole mucho amor a ese miedo, y a sacar poco a poco a esa
tremenda mujer madre que llevo dentro. No tengo hijos, aunque si me considero
madre, o dicho de otra manera, maternal. Todas y cada una de nosotras somos
madres. Todas tenemos esa capacidad de dar vida, de alimentar, de cuidar y de proteger.
El cómo lo hacemos es una elección personal.
Aún me acuerdo
de pequeña, siempre con un peluche o una muñeca entre mis brazos, que sostenía
amorosamente…
Como
agradecer a toda esa manada de mujeres que viajaron conmigo ese año durante la
formación de doula… el sostén del grupo, de otras mujeres, me evidenció la
necesidad que tenemos de volver a la “tribu”, al compartir…
Durante la
formación se abrió el duelo, mi duelo… El que no se haya podido dar la
posibilidad de que mi “niña de las estrellas” haya viajado hasta mí y haya
llegado a la vida a través de mi cuerpo… la siento cerca, a veces le hablo, y
le cuento que tal vez en una próxima vida nos encontraremos… un duelo amoroso,
consciente, vivido desde la madurez y desde la elección personal. Este duelo me
ha enseñado tantas cosas… a amar la maternidad, y a sostener nuestras muertes,
nuestras pérdidas… me ha hecho mucho más fuerte y me ha colocado en el lugar
que debo estar para sostener y acompañar a otras mujeres.
Respeto en
lo profundo a las mujeres que deciden que no quieren ser acompañadas por una
doula que no haya parido. Lo respeto y lo entiendo de corazón.
También
conozco a muchas mamas que han tenido hijos y comentan la sensación de no haber
parido porque el sistema médico les ha “arrebatado” su parto… Está claro que el
nacer, el parir, nos mueve cosas muy profundas de nuestra propia experiencia de
vida y que el entorno social tiene un papel muy grande en ello, tal vez
demasiado…
En
definitiva, que lo que siento con claridad, es que con toda mi experiencia de
vida (y vidas…) me voy a entregar con todos mis recursos y con todo lo que soy
para que la vivencia de la maternidad en las mujeres sea tan maravillosa,
mágica, respetada y sagrada como debe ser. Deseo ayudar a recordar a las
mujeres toda la sabiduría que está en nuestros cuerpos y a recuperar el
instinto y la confianza en nosotras mismas, pues en nuestro interior reside una
fuerza infinita.
Además,
todo lo relacionado con la infancia y la crianza me fascina, y cada día más…
será porque tengo muy presente a mi niña interior, una niña alegre, curiosa y
risueña, juguetona en extremo (cosa que detectan inmediatamente las niñas y los
niños)… La naturaleza, el estudio y la lectura son mis pasiones, y también soy
una defensora de la justicia, la igualdad y los derechos para tod@s. Esta
rebeldía antes las injusticias del sistema siempre ha sido muy mía…
Esta no es
una declaración de las herramientas que poseo para acompañarte como doula, sino
una declaración de quien soy. Para viajar juntas en este viaje, debemos
abrirnos hacia lo más profundo, para que la claridad que reside allí nos
ilumine el camino. No es el momento de ocultar historias, de dudar, es el
momento de mostrarme claramente como soy y de dónde vengo, y a quien lo sienta,
a su lado estaré para cogerle la mano con fuerza, a mirarla a los ojos y espero
que, a hacerle el camino mucho más fácil.
No voy a
detenerme en el camino, voy a seguir andando, abriendo puertas y posibilidades.
Ya no hay vuelta atrás, hay puertas que cuando se abren hay que dejarlas
abiertas para que corra el aire de la renovación. Este es mi primer deseo para
2015, aire sano, puro, fresco… abramos todas las puertas, todas las ventanas… y
“revolucionémonos” con amor.
Mientras
escribo esto veo el sol como va saliendo, poco a poco, lentamente… y veo
también al gato de los vecinos que me mira por la ventana, curioso… escucho los
sonidos de la urraca… huelo el incienso… saboreo mi infusión… y agradezco a la
Vida por todo…
Feliz 2015,
Eva