Imagen de Lindy Longhurst
Ahí va toda
una reflexión y sentir personal que deseo sirva a muchas y muchos más para
reafirmaros como personas, con vuestras creencias, sentires, virtudes y
defectos, al final somos nosotras las que debemos caminar el camino y no
debemos dejar que nadie, repito mil veces, nadie camine ni un solo paso en nuestro
nombre. Tarea a veces nada fácil… os lo confiesa alguien que ha claudicado más
de una vez en honor a la armonía y “el no querer entrar en un conflicto”. A
veces estas desarmonías y conflictos son necesarios para marcar nuestros límites.
La vida nos los pone delante para que tomemos las riendas y para que decidamos
desde ese instinto que ya en el primer momento nos avisó de que había “algo”
que no iba bien.
Empiezo
contundente: A día de hoy puedo afirmar que me importa poco lo que piensen de mí.
Sólo me importa lo que yo misma pienso y siento acerca de mí. Si soy fiel a mis
ideales, a mis sentires, y sobre todo, si soy coherente. Ha llegado un punto en
el que no puedo soportar la presión interior cuando me soy infiel a mí misma,
algo pulsa rebelándose y produciendo una especie de potentes efectos
colaterales en cadena.
Dedicarse
al acompañamiento a personas, sobre todo mujeres en mi caso, es sagrado. El
respeto hacia el ser que tenemos delante es algo que jamás debemos olvidar. Es
un terreno de intimidad, de acompañar con amor y respeto, de ir despacio, de
conocer también mis límites personales en lo que puedo y no puedo sostener, de
comunicación clara, de coherencia, de sinceridad, de honestidad. Lo digo claro,
no es un negocio. Es un vínculo entre dos o más personas (depende si es en
terapia individual o en grupo) que debe ser tratado con el máximo tacto y
delicadeza.
Tomar
ventaja de la vulnerabilidad de la otra es algo en lo que jamás debemos caer. Pensar
más en el “negocio” que en el asunto que tenemos delante no es honesto ni es
honrar el vínculo sagrado que pretendemos establecer.
Veo
mucha luz, y también veo mucha oscuridad. Algo que me indigna profundamente es
intentar sacar un beneficio del dolor ajeno, enganchar a personas con
argumentos que ni se conocen es como una bomba de relojería que puede
explotarnos en la cara.
Los
juicios, las palabras, los argumentos ajenos no deben provocar un alejamiento
de nuestra esencia. La firmeza interior, esa coherencia con nuestra alma, hace
que a pesar de la tormenta externa, aguantemos con dignidad todo lo que nos
venga encima.
Invocar
a la guerrera interior, a la que pone límites, a la que se expresa, es un deber
que tenemos. Tomar las riendas de lo que queremos y como lo queremos no es
control, simplemente es empoderamiento personal.
Escuchemos
a nuestro corazón, a nuestra alma, sólo ahí está nuestra Verdad.
Boníssim, bella. No puc estar més d'acord. T'abraço <3
ResponEliminaMoltes gràcies bonica... m'ha sortit de l'ànima. Jo també t'abraço germana
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