Imagen
del libro “Las voces olvidadas”
Sí, soy
Doula. Me ha costado creérmelo, y lo soy. Me expongo en este nuevo post para
compartir mi sentir en lo que siento que es y en lo que será mi camino de
Doula.
Formarme
como doula ha sido una de las experiencias más sanadoras a nivel personal, pues
venía de un enorme “bloqueo” hacia la maternidad. Miedo, rechazo, conflicto con
el cuerpo femenino y con sus ciclos… al final mi cuerpo se quejó. El dar luz a
todas estas creencias tan profundamente arraigadas, y sanar esas heridas poco a
poco, entenderlas, sentirlas, ha sido lo que me ha catapultado al otro extremo:
un profundo amor hacia lo femenino, hacia nuestro cuerpo de mujer, hacia sus
sabios ciclos que tanto nos aportan si les sabemos escuchar y hacia la
maternidad y el ser madre en sí.
El maravilloso
y mágico viaje de ser madre, ese adentrarse en lo desconocido de una manera profunda.
He tenido que “desmontar” también mi creencia principal: No puedo ser doula si
no soy madre. Ahora siento claramente que si puedo ser doula. Sin vergüenza me
echo flores a mí misma (que me cuesta bastante) y me doy cuenta que tengo la
llamada “actitud”. Esa actitud de acompañar en respeto y en amor a las mujeres.
Por otro lado (gracias Florencia, y gracias a mi misma por verlo) si soy madre.
Cualquier mujer es madre.
No se
me ofendan las mamas del mundo, nada más lejos de mi intención. No he parido,
eso es cierto, pero toda mujer tiene en su interior el arquetipo de la Madre, y
así lo demostramos continuamente. Cuidamos a Madre Tierra, nuestro hogar,
nuestros familiares y amigos, a nuestros proyectos, a los cuales damos luz y
los parimos con amor también de alguna manera. Cuidando no desde el sacrificio,
sino desde ese amor que nos sale del corazón y de las entrañas.
Sanadas
mis heridas, mis cicatrices lamidas a la vista, siento que debo exponer también
lo mío, al acompañar en procesos tan íntimos a las demás.
Y ahora
es cuando viene la auténtica revelación, el deseo enorme que viene de mi alma…
hace una semana estoy empapándome de lecturas relacionadas con uno de los temas
más dolorosos que puede experimentar una madre (y un padre): la pérdida de un
bebé.
Y si,
lo he sentido potente, con fuerza, quiero acompañar esos momentos.
Leyendo
esos libros he entrado en una especie de trance, en una comprensión, empatía y un
sentir del dolor de esas madres y padres, a pesar de que no puedo ni acercarme
a lo que debe ser la auténtica vivencia. Desde la más profunda humildad, y sin
ponerle muchas palabras, hay algo en mí que conecta con este duelo tan
desgarrador.
Cómo
puede ser tan maltratada, tan ocultada, tan poco respetada esta vivencia ? Me
indigna, mucho.
Por
ello, decido y me muestro. Sí, soy doula, doula de la vida y doula de la
muerte. Basta de ocultar la muerte, de negarla, de bloquear y hacer más difícil
este proceso en la vida de una madre y de un padre.
Nuestra
sociedad inmadura niega y oculta la muerte (me vienen imágenes de hospitales, e
incluso de mataderos, en los que “nadie” parece saber lo que realmente pasa).
No queremos saber nada de la muerte, le giramos la cara, la evitamos. Evitamos
el dolor de cualquier tipo de muerte, como si no fuese con nosotros. Tal vez el
más feroz de los tabús ? Todo lo relacionado con el morir está “tapado” entre
paredes, vendiéndonos una imagen de limpieza y pulcritud, que personalmente me
pone los pelos de punta, pues al traspasar las puertas de esos muros nos
encontramos con la cruel realidad: la falta de respeto y de amor en muchas
ocasiones (eso en los hospitales, en los mataderos siempre… lo siento por las
comparaciones, pero mi alma animalista clama por ello…).
En un
momento de mi vida que vuelvo a sentir la pulsión “Doula”, decido acompañar la
vida y también la muerte. Tal vez sonará extraño, atrevido, sin sentido… el no
haber parido me conecta con ese duelo como mujer por las hijas e hijos no
tenidos (sin arrepentimientos, pues las circunstancias de la vida me han
llevado desde el amor y la comprensión a esta decisión), y de alguna manera, atisbo
levemente ese dolor, ese desgarro, esa pérdida… y honro la fortaleza de esas
madres y esos padres que transitan este camino en una sociedad que parece no
estar aún preparada para mostrar y sostener con amor estas vivencias.
Para
terminar, sólo puedo mostrar mi profundo respeto y amor por todas las madres y
padres que han sufrido la pérdida de sus bebés… para ellas y para ellos todo mi
amor.
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