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Este
escrito nace de un sentimiento de indignación, y de la búsqueda del sentido de
la justicia. Y es que hay un tema, del que no se habla tan a menudo como se
debería, que queda oculto entre otros asuntos sociales “a solucionar”, y es el
de la relación entre el trabajo y la mujer gestante o la mujer que ya ha
alumbrado a su bebe…
Digan lo
que digan siguen dándose casos de mujeres que tras dar a luz (e incluso al
quedarse embarazadas) son despedidas, despachadas, despechadas y despreciadas,
de sus trabajos. Estas palabras surgen de un hecho concreto, de una mujer
cercana a mí, de una mujer querida, a la que después de tener a su bebé, han
aprovechado para expulsarla del entorno laboral. El tema está aún abierto,
esperemos el mejor desenlace… quien sabe si estas situaciones son oportunidades
para abrirse a nuevos caminos… sin embargo, sigue habiendo algo perverso e
injusto en el hecho en sí. Sobre todo si exponemos que las empresas valoran en
muchas ocasiones, más a los hombres casados y con hijos, porque tienen la
creencia de que son mejores trabajadores por la responsabilidad que tienen en
su hogar. El patriarcado en todo su esplendor… A las mujeres embarazadas y
recién paridas por el contrario, se las destierra sin dudarlo un instante. En
la conciencia del sistema patriarcal reside la opinión de que no importa, de
que si la mujer es expulsada de este territorio, para esto está la pareja, para
sostener económicamente a la familia. Sigo sintiéndolo de una perversidad
sublime…
No se trata
aquí de evaluar el deseo que surge en muchas mujeres al quedar embarazadas, de
dejar por voluntad propia sus trabajos para dedicarse a la crianza y cuidado de
sus bebés, en dar una vuelta a su vida, un replanteamiento, algo que está
surgiendo con fuerza a día de hoy, sino de mostrar que a veces esa posibilidad
no existe por cuestiones económicas, o no es deseada, y a las mujeres se las
siguen despidiendo de sus trabajos… injustamente…
Es más,
existe un “defecto” en el mundo laboral, sólo por ser mujer. He experimentado hace
años, en carne propia, el encontrarme en entrevistas de trabajo con
interrogatorios del tipo, estás casada o en pareja ? quieres tener hijos pronto
? estás en edad de tenerlos… violadas en nuestra intimidad femenina, en nuestro
cuerpo, en nuestras decisiones, en nuestro género… trabajos descartados sólo
por ser mujer en edad fértil y en pareja… Como “curiosidad” adicional, a medida
que la mujer se va haciendo mayor, ya no se le hacen esas preguntas, se nos
clasifica como infértiles, ya se “le ha pasado el arroz”… más prejuicios, más
desprecios… tal vez para la máquina laboral, al rebasar la barrera de los 40 y
pico ya no somos mujeres, ya no existe el peligro maternal, y sin embargo también
se nos descarta por ser “muy mayor”…
Cuándo es
la edad “adecuada”, la situación “adecuada”, la inclinación sexual “adecuada” ?
No existe, no somos adecuadas, somos mujeres. Nuestros cuerpos llenos de vida,
nuestros cuerpos menstruantes, en definitiva, no son aptos para el entorno
laboral.
Sí, es
cierto que millones de mujeres en el mundo trabajan… pero bajo las mismas
condiciones que los hombres ? O deben hacer “méritos” adicionales para acceder
a los mismos lugares ? Debemos transformarnos en “machos” para ganarnos el
respeto ? sacrificar nuestra feminidad ? nuestros cuerpos son observados de la
misma manera ? escuchamos los mismos comentarios ? se nos trata igual ? Nos
ofrecen los mismos empleos, o hay trabajos “para hombres” y trabajos “para
mujeres” ?
Personalmente
siempre he sentido que el mundo laboral era “muy agresivo” para mí… la
exigencia, la incoherencia, los horarios estrictos, las órdenes, las
jerarquías, la estupidez del sistema, la desmotivación general, la falta
absoluta de poder expresar nuestra creatividad, los comentarios sexistas…
asfixia del alma…
Y la guinda
de todo esto… la perversidad absoluta a la que hemos accedido a través del
sistema patriarcal: mujeres en un mismo entorno laboral que siembran el
malestar entre sus compañeras de género. Algo extremadamente común, no lo
neguemos… y tal vez de ahí parte el origen de todo, esa rivalidad patriarcal
entre mujeres que ha generado el sistema. Es el divide y vencerás en estado
puro…
Por suerte,
más y más mujeres están aliándose de nuevo para reclamar lo que les pertenece.
Y muchos hombres se están uniendo a la causa, lo cual indica la oportunidad de
cambio social que tenemos. Es el momento de unirse y aliarse. No más división,
regresemos a la Unidad que somos. Pongámosle amor y sigamos avanzando…
No esperemos
que el sistema social o un partido político solucionen las injusticias. Es el
momento de tomar ese poder y responsabilidad personal robada o entregada, y
movilizarnos hacia ese cambio que tanto anhelamos. Ese cambio no lo busquemos
fuera, primero debe haber un cambio interior, un cambio profundo, para que
después, como consecuencia natural, la estructura exterior se fragmente en
armonía con ese cambio interior nuestro. Este camino no es fácil (de hecho si
lo es, pero nos resistimos), pues nos pone a prueba en todos los sentidos. Ir
en contra de la maquinaria nos da miedo, es un salto de fe al vacío, la
vivencia de pequeñas muertes personales en cadena, algo a lo que no estamos
acostumbradas… morir y renacer continuamente… este es el cambio social, el
cambio personal que transmutará nuestro entorno de forma irremediable. El
adentrarse en nosotras mismas y ver lo que ha estado oculto… reclamándolo…
Casi en
luna llena, que su luz nos ilumine con su mágico misterio…
Eva
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